¿Cuál es la misión de la ciencia básica?

Según el presidente del Instituto Weizmann, es convertir dinero en conocimiento.

26 septiembre, 2018

Por María Teresa Lavayén

 

El Instituto Weizmann de Ciencias, ubicado en Rehovot, Israel, es una de las instituciones más importantes del mundo en investigación básica. Desde 1934, año de su fundación, ha hecho enormes aportes al conocimiento científico del mundo y los hallazgos de sus integrantes merecieron tres premios Nobel y tres premios Turing en el campo de la computación. 

Su presidente desde 2006, Daniel Jafman, habla desapasionadamente de su pasión por la ciencia pura. Desde que tiene memoria, jugó conectando cables en el sótano de su casa donde estaba el taller de su padre. Cuando cumplió 13 años le regalaron una radio a transistores que lo llenó de asombro. No lograba entender cómo un aparato sin cable transmitía como si lo tuviera. Como no creía en la magia, decidió averiguarlo. Sacó libros de la biblioteca pero no le sirvieron. Esa frustración lo decidió a estudiar algo que le permitiera entender cómo funcionaban las cosas. Y eligió física.

“La estrategia que aplicamos en el instituto no es científica sino humana. Muchos creen que en ciencia hay que elegir un tema e invertir en los laboratorios adecuados para en última instancia hacer descubrimientos.  Nosotros no. Desde el principio decidimos que no sabemos lo que hay que investigar. Lo que aprendimos de la historia de la ciencia es que, si contamos con científicos de alto calibre, que tengan curiosidad y pasión por lo que hacen, esas personas tendrán éxito en lo que sea que quieran investigar.

En lugar de preocuparnos por cuáles son los campos más interesantes de la ciencia tratamos de encontrar a los individuos más excepcionales, porque los grandes descubrimientos siempre los hacen las personas excepcionales”. “La estrategia no está centrada en la ciencia sino en los hombres y mujeres que hacen ciencia. Nosotros buscamos los mejores científicos en el campo que sea; luego les brindamos un laboratorio con equipamiento de última generación, una buena infraestructura y, lo más importante, les damos libertad para pensar durante todo el tiempo que necesiten. Nuestra estrategia se resume en esta fórmula:  Curiosidad + pasión + libertad + infraestructura + largo plazo.

Entender el funcionamiento

El punto de partida que adoptamos es que no sabemos cuáles problemas podemos resolver, sencillamente porque hay problemas que ni siquiera sabemos que existen. Esto se ve con claridad en la historia de la ciencia: los grandes descubrimientos nunca fueron realizados por personas que trataban de resolver un problema sino por aquellas que intentaban entender el funcionamiento de algo.  Un ejemplo entre miles es el de las radiografías actuales. Para conocer su origen –que es el de los rayos X– tenemos que remontarnos al año 1895, cuando un físico alemán llamado Wilhelm Conrad Roentgen estaba experimentando el poder de penetración de los rayos catódicos y observó que una placa de cartón cubierta de cristales de platino–cianuro de bario emitía una fluorescencia. Esta desaparecía cuando desconectaba la corriente.

Siguió repitiendo el experimento hasta que descubrió que esos rayos (que él llamó “X”) atravesaban distintos tipos de materiales como papel, madera, una delgada lámina de aluminio, etc., pero el plomo no. Ese descubrimiento –utilizado por la medicina muchos años después– se produjo porque a él le interesaba entender la relación de la luz con la electricidad. No estaba tratando de solucionar ningún problema. Si entendemos cómo funciona algo luego tal vez podremos encontrar soluciones. Ese experimento se había hecho durante los últimos 20 años antes que él pero nadie había sido lo suficientemente curioso para mirar eso. 

Otro ejemplo. El GPS no funcionaría si Einstein no hubiera presentado su teoría de la relatividad. Y no hizo su hallazgo para que manejáramos con seguridad nuestros autos por las calles de la ciudad sino porque quería entender cómo estaba hecho el universo, cómo se había creado.  Pero esa teoría, en 1905 no tenía ninguna utilidad. Y tampoco la tuvo durante la mayor parte del siglo 20. Einstein hizo lo que hizo no porque tuviera el dinero para hacerlo ni porque tuviera una estrategia específica o porque imaginara que algún día iba a existir algo llamado GPS, sino porque sentía curiosidad por la cosmología, porque quería entender cómo había nacido el universo.

Así se descubren las cosas, haciendo preguntas fundamentales.  Hay miles de ejemplos como este: la fibra óptica, los transistores, las microondas, la penicilina, la electricidad, etc. Los descubrimientos más importantes casi nunca se hacen cuando una persona se dispone a descubrir un método, por ejemplo, para combatir un tipo de cáncer. Esto no quiere decir que no sea útil la investigación para tratar de mejorar o perfeccionar un proceso. Lo que digo es que no es el camino para llegar a los grandes descubrimientos porque esos casi siempre surgen de la curiosidad, sin una estrategia deliberada.

Por eso insisto: la clave para lograr una actividad científica de excelencia está en la gente. Debe practicarla gente también de excelencia. Vuelvo a la fórmula que aplicamos en el Weizmann Institute: contratar excelentes científicos, los mejores, con mucha curiosidad por el funcionamiento del mundo y mucha pasión por lo que hacen. Después, darles libertad y tiempo para que sigan sus sueños.  Nunca, jamás, se nos ocurre preguntarle a un candidato, cuál es la meta de su investigación en términos de aplicación. Nosotros queremos descubrir cómo funciona la naturaleza. Y si descubrimos conocimiento nuevo, después (un año, dos, cinco, diez, cien o doscientos años después) habrá nuevas oportunidades. 

Hay una gran diferencia entre ciencia extraordinaria y resultados o aplicaciones extraordinarias. La gente tiende a medir el valor de la ciencia por las aplicaciones. Desde ese punto de vista habría que decir que la teoría de la relatividad no tiene ningún valor.  Tal vez es complicado para personas no científicas entender cómo se maneja un lugar como el Instituto Weizman. Los científicos que nos interesan son personas de excelencia. El promedio de edad es más o menos 35 años, que no solo tengan título de grado sino de posgrado y, en lo posible, que hayan vivido en el extranjero porque eso les da apertura de pensamiento.”

–¿Cómo financian esa investigación básica?

–25% del financiamiento del instituto viene del gobierno, otro 25% de las donaciones de organismos dedicados a ese fin. Algunos de esos aportes son solo por 3 a 5 años, poco tiempo para la investigación. La mayoría de esos organismos no piden resultados en términos de patentes y productos sino resultados en ciencia. Son un poco como nosotros. Tenemos, además, un fondo de donaciones que proviene de la filantropía de instituciones y personas que creen que lo que hacemos es valioso. Otra parte proviene de las regalías de licencias porque tenemos una rama que lleva esos conocimientos al mercado. Es una Tech Transfer Organization (TTO). A través de ella, brindamos licencias a empresas sin cobrar nada; ellas las toman y desarrollan productos.  Se nos acercan empresas de todas partes del mundo, observan las diferentes ideas desarrolladas en el Weizmann y si les interesa alguna, firmamos un contrato por el cual les otorgamos una licencia que les permite usar la idea para desarrollar un producto.

Nosotros no cobramos por eso. La licencia es gratis. Si tienen éxito, y solo si tienen éxito, a nosotros nos corresponde un porcentaje de lo que obtengan y eso ayuda a financiarnos. Hoy somos el primer instituto del mundo en términos de ingreso por regalías. Más que Stanford y Harvard.  En cuanto al último 15%, es en su mayor parte filantropía también. De todo el mundo.  Nuestros gastos son altos. Cuando contratamos un nuevo científico invertimos millones de dólares para instalarle el laboratorio equipado con los últimos instrumentos. En promedio contratamos unos 10 científicos nuevos por año y en total el instituto tiene unos 250 más o menos.

–Aun si es imposible predecir el futuro de la ciencia podría ser posible predecir cuál de las ramas de la ciencia muestra el mayor potencial para hacer un gran impacto en el mundo.

–Solo puedo hablar por lo que hacemos nosotros, aunque nada indica que eso sea el futuro. Una visión alentadora para el siglo 21 la ofrece el campo de la medicina preventiva y personalizada a la que se está llegando gracias al increíble avance de las ciencias de la vida. Hasta ahora hemos venido curando enfermedades, en el futuro tendremos que curar personas. 

La medicina funciona con un catálogo enorme de enfermedades y un catálogo enorme de medicamentos. Los médicos miran el diagnóstico, observan los síntomas y eligen un medicamento. Todo muy simplificado. Pero las personas somos por dentro tan diferentes como por afuera.  Con el acceso al conocimiento del genoma humano, con los avances en ciencias de la vida e informática ya se está accediendo a plataformas de investigación de última generación en genómica que nos permiten estudiar a las personas y sus individualidades. 

Las curas pueden ser muy diferentes según sean las características no de la enfermedad sino de la persona que la sufre. El mismo tratamiento tiene, entonces, resultados muy diferentes. Desde hace unos 10 o 15 años, se puede analizar el ser humano con increíble detalle. Tenemos tanta información de un solo individuo que el problema es entender esa información.  Lo que permitirá transformar profundamente la medicina y el cuidado de la salud es la convergencia de la biología –con todas sus ramas– la computación y la informática. Tendremos la posibilidad no solo de acumular millones de datos, que eso es fácil; podremos entenderlos, que es lo difícil. Por ahora todo está mezclado y es como si tuviéramos en la mano un libro con las obras de Shakespeare pero con las páginas mostrando todas las palabras mezcladas. En este momento estamos en vías de entender los códigos. 

Otra área prometedora es la de los nuevos materiales. Hay una enorme diferencia entre los materiales que creamos los seres humanos y los materiales que crea la naturaleza. La naturaleza viene desarrollando materiales desde hace 2.000 millones de años. Y a lo largo de toda esa evolución realizó materiales realmente únicos. La piel, por ejemplo, se repara a sí misma luego de un rasguño, o de una herida, o de un golpe. Pero un rasguño a la carrocería del auto no se arregla solo.  Ni siquiera podemos entender cómo lo hace la naturaleza, pero estamos tratando de imitarla.

Ella crea materiales vivos. La humanidad, en cambio, crea materiales muertos, sin posibilidad de recrearse. Pero entre unos y otros ya existe lo que se llama “materiales inspirados en la vida” (life-inspired materials). Entonces el objetivo, aquí sí, es estudiar lo que ha hecho la evolución para, por ejemplo, entender el proceso de cicatrización y ver si podemos crear un material sintético que sea como la piel humana y que tenga la misma apariencia. Y que además tenga la propiedad de cicatrizar. Esta es una nueva área donde se combinan la química, la física y la biología. Tratamos de entender los 3.000 millones de años de evolución biológica para poder imitar a la naturaleza.

–¿Cómo es la relación entre el Instituto Weizmann en Israel y la Asociación de Amigos del Instituto Weizmann en Argentina?


–Tenemos asociaciones de amigos en muchas partes del mundo. Allí donde haya una comunidad dispuesta a ayudarnos de alguna manera, establecemos una Asociación. También tenemos en Estados Unidos, Europa y Australia. En Sudamérica hay una comunidad muy grande de buenos científicos.  Lo primero que hacemos es conectarnos con la comunidad científica en todos los países. No se puede hacer ciencia en un acuario, todo es cooperación. Para nosotros es muy importante tener puertas abiertas. La Asociación de Amigos del Instituto Weizmann en Buenos Aires nos abre puertas al mundo local de académicos, industriales y también filántropos. Su misión es apoyar el trabajo de los científicos y fomentar la colaboración entre el Instituto y Argentina. La ciencia no tiene ni cultura ni fronteras. Los resultados no son locales, siempre son del mundo. Estas asociaciones son un elemento de apoyo para el Instituto.

 

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