De cómo le robaron el té a China

El libro de Sarah Rose For All the Tea in China: How England Stole the World’s Favorite Drink and Changed History es un entretenido relato de un audaz acto de espionaje industrial de un botánico escocés en el siglo 19 en China.

9 diciembre, 2010

<p>Como puede uno imaginarse, la tarea de Fortune no era f&aacute;cil de llevar a cabo en una China cerrada a los extranjeros, con miles de millas de caminos intransitables, altas monta&ntilde;as para atravesar, peligrosos bandoleros atacando por todos lados y servidores listos para complotarse contra un patr&ograve;n que los explota pero depende de ellos para su subsistencia. Es una vieja historia de aventuras, el incre&iacute;ble viaje de un Marco Polo victoriano. Pero &eacute;sa no es la raz&oacute;n por la que un empresario se sentar&iacute;a a leer este libro. <br />
<br />
El valor de este libro &ndash; afirma strategy &amp; business &ndash; radica en sus paralelos con las actuales relaciones contenciosas entre China y Occidente. La historia casi se est&aacute; repitiendo, aunque hoy el zapato est&aacute; en el otro pie. En el siglo 19, China contrajo un tremendo d&eacute;ficit con Gran Breta&ntilde;a, casi como ahora la balanza de pagos de Estados Unidos con China se est&aacute; tornando insoportable. Gran Breta&ntilde;a us&oacute; el oro que gan&oacute; en China para expandir su flota naval y afianzar su rol como superpotencia mundial, y ahora China est&aacute; haciendo algo muy parecido con sus ganancias de exportaci&oacute;n. Hoy, claro, son los chinos los que protagonizan el ocasional acto de espionaje industrial. Pero ellos todav&iacute;a tienen un h&aacute;bito de adulterar peligrosamente productos para exportaci&oacute;n a Occidente; primero fue un qu&iacute;mico venenoso para realzar el color del t&eacute; verde, ahora es plomo en los juguetes. Y todo lo que se acaba de mencionar se complic&oacute; siempre, y a&uacute;n hoy, por desentendimientos culturales, nacionalismo y renuencia de ambas partes a lograr acuerdos, por temor a hacer un papel&oacute;n. La historia tal vez no se repita, pero suele acercarse lo suficiente como para permitir que los administradores prudentes adviertan lo que est&aacute; ocurriendo y presten la debida&nbsp;atenci&oacute;n. <br />
S+B</p>
<p>&nbsp;</p>
<p>&nbsp;</p>

<p>La historia comienza con el comercio del opio. Durante unos 200 a&ntilde;os, la &ldquo;Honorable&rdquo; East India Company (Compa&ntilde;&iacute;a de las Indias Orientales) hab&iacute;a vendido opio indio a China y con el dinero que obten&iacute;a de la venta compraba t&eacute; chino para Inglaterra, obteniendo en el camino ping&uuml;es ganancias. Seg&uacute;n la periodista Rose, el comercio del opio convirti&oacute; en adictos a casi la tercera parte de todos los chinos adultos. Las autoridades chinas quer&iacute;an l&oacute;gicamente sacarse ese fardo de encima. Tambi&eacute;n quer&iacute;an revertir una balanza comercial cada vez m&aacute;s desfavorable que estaba transfiriendo a Gran Breta&ntilde;a mucha riqueza china. De modo que trataron de liberarse de ese acuerdo no deseado echando por la fuerza de su pa&iacute;s a los comerciantes occidentales en la Primera Guerra del Opio (1839&ndash;42). Cuando fracasaron, los victoriosos brit&aacute;nicos reclamaron todav&iacute;a m&aacute;s territorio y derechos en China.<br /><br />Luego de esas desastrosas consecuencias para China, los directores de la <em>East India Company </em>en Londres comenzaron a temer que los humillados chinos comenzaran a cultivar sus propias amapolas para la producci&oacute;n de opio y as&iacute; poner en peligro sus ingresos. Y como algo as&iacute; como 10% de los ingresos impositivos brit&aacute;nicos derivaban de la venta e importaci&oacute;n de t&eacute;, lo que era bueno para la East India Company era tambi&eacute;n considerado bueno&nbsp;para el gobierno de su Majestad. Tiraron la cautela por la borda y se abocaron a un esfuerzo defensivo monumental comenzando a cultivar t&eacute; en la India brit&aacute;nica. <br /><br />El problema era que China ten&iacute;a un virtual monopolio sobre la tecnolog&iacute;a de c&oacute;mo obtener t&eacute;, y la &uacute;nica forma de transplantar ese conocimiento a la India era rob&aacute;ndolo. As&iacute;, los administradores de la <em>East India Company </em>dise&ntilde;aron el ingenioso plan de reclutar a Robert Fortune, un horticultor empobrecido, para que viajara a la China &ndash; de inc&oacute;gnito y solo &mdash; para alzarse con semillas de t&eacute;, plantas de t&eacute; y el capital intelectual necesario para cultivarlas y procesarlas y entregar todo eso en las colinas indias de Darjeeling (que se consideraban adecuadas para las plantaciones de t&eacute;).<br />&nbsp;</p>

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades