Vino reserva francés en cajita, casi una blasfemia, pero…

Ya lo hacen Chile y Argentina, para aumentar presencia en el mercado norteamericano. Entonces, un grupo de bodegas francesas intenta reinventar su viejo negocio apelando a envases de tetrabrick.

28 agosto, 2007

Por ejemplo, Cordier Mestrezat Grands crus (Burdeos), ha lanzado vino con pajita. Recordando el más de un siglo de historia que exhibe la empresa y qué significa “grand cru”, la ofensa se suma al insulto. Dejando de lado esa insensatez (¿quién sino un joven sin mucho seso tomaría tintorro con sorbete?), la competencia española y sudamericana efectivamente pone en escena los vinos reserva en cajita.

En el caso francés, hay un factor que espantaría a las autoridades norteamericanas: el consumo de vino incluye adolescentes de catorce años en adelante. En todo el mercado galo, los que toman todos los días han bajado de 50% en 1982 a apenas 20% en 2006. Esto aumenta la relevancia de la exportación o de explotar segmentos vírgenes como fuentes de ingresos.

En las Américas, el tetrabrick no es novedad, pero se limita a vinos comunes (los llaman “de mesa”, como si el resto se sirviera en sillas o trinchantes) la gama más baja de reservas. Pensando en Estados Unidos, Cordier lanza a prueba “Tandem” en cajitas cuarto litro y con una pajita de cuatro orificios (¿?).

Resulta ilustrativo señalar que esa bodega tiene vinos de hasta € 2.500 la botella. Naturalmente, como solía decir Derek Foster en el “Buenos Aires herald”, no existe en el mundo un vino que valga más de US$ 200 la botella. Salvo los muy antiguos, que no se toman, se subastan y se coleccionan como una forma costosa de solipsismo.

Cordier pone en juego su acrisolada imagen secular en aras de un segmento tan dudoso como poco fiel. Lo sabe. De ahí que, por ahora, se limite a experiencias tentativas en Bélgica y Holanda, dos países cerveceros. En 600 supermercados se ofrece ”Tandem” a € 1,85 el cuartillo, lo cual significa 7,40 el litro, o sea $ 320. Curiosamente, el envase no muestra ninguna bicicleta en tándem.

Como decisión cuestionable, el tetrabrick lo es mucho más que esos corchos plásticos elogiados por algunos entendidos en el río de la Plata o Chile. Ellos, al menos, no destierran el sagrado rito de descorche. Cordier sostiene que la bicicleta –perdón, el “Tandem”- se presentará el año próximo en Francia.

Este país, pese a su aceitada máquina de propaganda, es tercer productor mundial, tras Italia y España, aunque figure al frente como consumidor. Pero esto oculta otro pecado: el grueso de la demanda se concentra en vinos de baja calidad (“plonks” los llaman en Londres) y, a veces, cortados con argelinos.

Por ejemplo, Cordier Mestrezat Grands crus (Burdeos), ha lanzado vino con pajita. Recordando el más de un siglo de historia que exhibe la empresa y qué significa “grand cru”, la ofensa se suma al insulto. Dejando de lado esa insensatez (¿quién sino un joven sin mucho seso tomaría tintorro con sorbete?), la competencia española y sudamericana efectivamente pone en escena los vinos reserva en cajita.

En el caso francés, hay un factor que espantaría a las autoridades norteamericanas: el consumo de vino incluye adolescentes de catorce años en adelante. En todo el mercado galo, los que toman todos los días han bajado de 50% en 1982 a apenas 20% en 2006. Esto aumenta la relevancia de la exportación o de explotar segmentos vírgenes como fuentes de ingresos.

En las Américas, el tetrabrick no es novedad, pero se limita a vinos comunes (los llaman “de mesa”, como si el resto se sirviera en sillas o trinchantes) la gama más baja de reservas. Pensando en Estados Unidos, Cordier lanza a prueba “Tandem” en cajitas cuarto litro y con una pajita de cuatro orificios (¿?).

Resulta ilustrativo señalar que esa bodega tiene vinos de hasta € 2.500 la botella. Naturalmente, como solía decir Derek Foster en el “Buenos Aires herald”, no existe en el mundo un vino que valga más de US$ 200 la botella. Salvo los muy antiguos, que no se toman, se subastan y se coleccionan como una forma costosa de solipsismo.

Cordier pone en juego su acrisolada imagen secular en aras de un segmento tan dudoso como poco fiel. Lo sabe. De ahí que, por ahora, se limite a experiencias tentativas en Bélgica y Holanda, dos países cerveceros. En 600 supermercados se ofrece ”Tandem” a € 1,85 el cuartillo, lo cual significa 7,40 el litro, o sea $ 320. Curiosamente, el envase no muestra ninguna bicicleta en tándem.

Como decisión cuestionable, el tetrabrick lo es mucho más que esos corchos plásticos elogiados por algunos entendidos en el río de la Plata o Chile. Ellos, al menos, no destierran el sagrado rito de descorche. Cordier sostiene que la bicicleta –perdón, el “Tandem”- se presentará el año próximo en Francia.

Este país, pese a su aceitada máquina de propaganda, es tercer productor mundial, tras Italia y España, aunque figure al frente como consumidor. Pero esto oculta otro pecado: el grueso de la demanda se concentra en vinos de baja calidad (“plonks” los llaman en Londres) y, a veces, cortados con argelinos.

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