Una torta que se convirtió en símbolo de unidad

Durante el mes de enero las vidrieras de las confiterías de Francia  tienen una confitura que predomina sobre todas las demás. Se trata de la Galette des Rois, que viene a ser el equivalente de la rosca de reyes  española que se ha impuesto también en Argentina.

14 enero, 2016

 La Galette des Rois tiene un origen religioso muy antiguo. La costumbre de consumir una confitura especial durante los últimos días de diciembre y los primeros de enero viene de los romanos, que  celebraban las fiestas Saturnales con un sacrificio  en el Templo de Saturno y un banquete público coronado con dulces. En los primeros días de enero, veneraban al dios Jano con un banquete en el cual se comían pasteles que contenían un premio.  El cristianismo eligió adoptar la idea de un pastel para celebrar la epifanía, o sea la llegada de los Reyes Mayos a Belén el 6 de enero.

 

Hoy, la Galette des Rois, una torta con masa de hojaldre y rellena con una crema de almendras es una delicia que consumen por igual cristianos católicos, protestantes, judíos, musulmanes, ateos  y agnósticos.  Los católicos la comen por tradición religiosa. Los demás, porque es deliciosa.

 

Antes se consumía solamente el 6 de enero. Hoy, está en las confiterías y panaderías de Francia y Bélgica durante todo el mes. En una ciudad que todavía se está recuperando de los últimos ataques terroristas, se ve como una señal tranquilizadora que una torta cargada con simbolismo religioso  haya evolucionado hasta convertirse en algo que une en vez de dividir.

La tarta de reyes francesa tiene, básicamente, dos recetas. Una, más popular en el sur, se parece mucho a la rosca de reyes española: un aro de pan dulce decorado con fruta abrillantada de color verde, rojo y anaranjado (para representar las joyas en las coronas de los Reyes de Oriente). La segunda receta, que es la que se vende en París, está hecha con varias capas de masa de hojaldre y rellena con mazapán o, en algunos casos, manzanas. La humedad del relleno se complementa de maravillas con la crujiente sequedad de la masa y ambas se combinan en la boca en un bocado exquisito.

 

La segunda razón que explica su longevidad y su popularidad es que la receta ha sabido ir adaptándose a los cambios en los gustos. Los romanos le ponían un haba seca en el interior. Los católicos transformaron el poroto en una imagen diminuta del niño Jesús en porcelana. Luego el Jesús fue de plástico, y en la Francia actual  los pasteleros ponen un autito, un animal o algún superhéroe, todo en plástico.

 

La presencia de la sorpresa en el interior es fundamental: quien la encuentra en su porción se convierte en rey por un día (como en la antigüedad) y debe colocarse una corona de papel dorado que viene con la torta.

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