Jugador expía sus culpas fundando un museo

Dueño de una inteligencia prodigiosa, diseñó un mecanismo que le permitió ganar miles de millones con el juego. Luego usó ese dinero para fundar un museo que adquirió fama internacional y es hoy la gran atracción turística de Tasmania. 

18 abril, 2016

David Walsh consiguió resonancia mundial en el año 2009, cuando apostó por la vida del artista francés Christian Boltanski, cuyas obras giraban siempre en torno a la existencia humana, la presencia de la muerte y la deshumanización del cuerpo. Por aquel entonces poco se sabía de Walsh, incluso en su lugar de origen, Tasmania, una isla australiana que está a unos 240 kilómetros del continente. Lo único que se sabía era que había hecho fortunas jugando.

La apuesta consistía en lo siguiente: Walsh aceptó pagar a Boltanski por el derecho a filmar su estudio parisino las 24 horas del día y transmitir las imágenes en directo a Tasmania. ¿Cómo sería el pago? El arreglo era macabro. El precio total sería pagado en cuotas mensuales a lo largo de ocho años. Boltanski recibiría un estipendio calculado como proporción de ese período, pero hasta el día de su muerte. Si el artista, que entonces tenía 65, vivía más de ocho años, Walsh terminaría pagando mucho más del valor acordado, pero si Boltanski moría antes, el jugador habría comprado el trabajo por menos de ese valor. Y el australiano ganó. Estaba seguro, le dijo, de que moriría antes de los ocho años porque él nunca perdía.

Así se enteró el mundo de la existencia de David Dominic Walsh.

Walsh es hoy uno de los dirigentes de lo que los diarios australianos describen como “el sindicato de juegos más grande del mundo “un grupo de 17 personas conocido como The Bank Roll. El otro líder es su mejor amigo, uno de los mejores jugadores de blackjack de todos los tiempos. Estos dos personajes jugaron juntos durante treinta años y han ganado cientos de millones de dólares apostando. Uno detectaba las oportunidades y el otro hacía las matemáticas. Porque Walsh es un superdotado intelectual. Le dan un problema y en unas horas lo resuelve.

Entonces, la fortuna que amasó no fue nunca producto de la suerte sino de un cerebro privilegiado que le permitió diseñar un mecanismo por el cual ganaba siempre. Ya en sus años de estudiante aprendió a contar las cartas tan bien que le prohibieron la entrada a los casinos. Desde entonces ha usado su extraordinario don para las matemáticas para dominar los caprichos de la suerte y convertirse en uno de los más grandes jugadores del país. Dice que gana más de 8 millones de dólares australianos al año como miembro del sindicato de juegos más grande del mundo.

El museo MONA

Él dice que la forma en que ganó sus millones es inmoral y que es esa sensación de culpa la que lo llevó a usar el dinero para construir el Museum of Old and New Art (MONA) en Hobart, Tasmania. Para hacerlo solicitó a su compañero de juegos un préstamo de 80 millones que todavía le debe. También debe mucho al organismo recaudador de impuestos en Australia. Es tanto lo que ha ganado con el juego que los impuestos que debe pagar son monumentales. Entonces, ahora sí, ha publicado sus memorias para recaudar lo necesario para poner sus cuentas en orden, dice.

El MONA fue inaugurado en enero de 2011. En una entrevista reciente explicó que no le importa demasiado si lo que se expone allí es arte o no es arte. Si ve una linda pieza de tecnología que siente que dice algo, la expone. El no define el lugar como una galería de arte sino como “una galería de filosofía concreta”. En cualquier caso, el museo se ha hecho famoso no solo por la maravillosa colección de obras de su fundador sino también por la audacia de algunas de sus exposiciones.

En sus memorias escribe: “Podría decirse que construí el MONA para expiar la culpa que siento por haber hecho dinero sin dejar una marca en el mundo. Hice plata jugando, una actividad no productiva. Es cierto que en cierta medida es como quienes juegan en la Bolsa, algunos ganan, otros pierden. Antes de fundar el museo yo no había hecho nada por la comunidad. Esto sí es algo que beneficia al lugar y de lo que me siento orgulloso. Yo creo que jugar es una actividad inmoral y que las máquinas de póker son abominables”.

El museo tiene más de 400 obras artísticas de su colección privada. La exhibición inaugural, llamada Monaism, incluyó la Serpiente, de Sidney Nolan, expuesta al público por primera vez en Australia; la Cloaca Profesional, de Wim Delvoye, una máquina que transforma alimentos en extrementos y una escultura, hecha en chocolate, de los restos mortales de una terrorista suicida de 18 años, obra del artista conceptual norteamericano Stephen Shanabrook .

MONA organiza también el festival MOFO al aire libre con conciertos, puestos de comida y bebidas y grandes exhibiciones de arte que convierten el lugar en un gran entretenimiento popular. 

La serpiente, de Sidney Nolan

 

Escultura en chocolate de Stephen Shanabrook

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