Se murió el código de vestimenta en la oficina

Se está produciendo una revolución en la cultura de la oficina que va dando más valor a la expresión personal. Pero este es un territorio plagado de interrogantes.

15 julio, 2016

A finales de mayo abrió en Nueva York una exposición en el Museo del Fashion Institute of Technology. Con el título de “Uniformity” mostró 71 piezas de uniformes de la colección del museo, divididos en cuatro categorías: militar, trabajo, escuela y deportes. También mostró las modas que inspiraron.

 

“A mí me interesaba la inherente dicotomía entre uniformes y moda”dijo Emma McClendonI, curadora de ropa y organizadora de la muestra, “·porque si bien ambos deberían ser antitéticos (el primero implica conformidad y el segundo creatividad) también están profundamente interrelacionados. “

 

Vivimos un momento en el cual la idea de uniforme está cada vez más pasada de moda, al menos en lo que se refiere a códigos implícitos de vida profesional y pública.

 

En este aspecto la sociedad vive un momento bastante turbio, dice McxClendon. Justo antes de que abriera la muestra del museo, Gran Bretaña estaba muy distraída con las acaloradas discusiones sobre el referéndum que decidiría si el reino se queda en la Unión Europea o si se aparta cuando se supo que una trabajadora temporaria en Pricewaterhouse Coopers, Nicola Thorp, había sido enviada de regreso a su casa por negarse a usar tacos altos como indica el código de vestimenta de su agencia, Portico.

 

Ella hizo pública su causa, comenzando con una petición para conseguir una audiencia parlamentaria titulada “Solicito que se declare ilegal que una compañía exija a las mujeres que usen tacos altos en el trabajo”. Para lograr la audiencia debía conseguir 100.000 firmas y a la semana ya había conseguido 140.712.

 

Casi en forma inmediata, la cadena televisiva ITV realizó una encuesta sobre si se debía permitir a los empleadores que exijan a las mujeres el uso de tacos. Las redes sociales se escandalizaron y Portico anunció que había cambiado su política. Ahora las mujeres pueden usar chatitas.

 

Pocos días después, en Estados Unidos estalló un escándalo cuando a una pronosticadora del tiempo de KTLA-TV en Los Angeles le dieron un sweater gris para que se tapara un vestido de verano, ajustado e informal . Ella dijo que era un chiste, cortesí de su compañero de presentación, pero en Twitter muchas se ofendieron al percibir la acción como un intento de controlar lo que usan las mujeres.

 

En 2010 hubo un escándalo en UBS cuando Internet descubrió que el banco suizo había publicado un folleto de 44 páginas sobre la vestimenta de los empleados con instrucciones sobre cómo vestirse.

 

Luego hubo otro escándalo en 2015 sobre las chatitas cuando aparentemennte se prohibió a dos mujeres pisar la alforma roja en Cannes por no llevar tacos. El director del festival lo negó.

 

El cambio hacia la informalidad comenzó tímidamente en los 70, luego se hizo más marcado con el movimiento del “viernes informal” en los 90 y más tarde cuando llegaron los millonarios que usaban remeras con capucha. El CEO de Facebook y otros.

 

“Hoy el cambio es notable” dice Susan Scafidi, profesora de derecho en la Fordham University y fundadora del Fashion Law Institute.

 

En diciembre del año pasado la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de Nueva York anunció nuevos lineamientos que expresamente prohiben “imponer códigos de vestimenta, uniformes y niveles de prolijidad, que impongan diferentes requisitos sobre la base del sexo o el género.”

 

Como resultado de esa directiva ningún empleador puede exigir a los hombres que usen corbata a menos que también exijan corbatas a las mujeres o pedir que se usen tacos a menos que ambos sexos tengan que usarlos. Y aunque esto rige solo para códigos de vestimenta “oficiales” el efecto derrame es inevitable.

 

“La indumentaria hoy está abierta a la interpretación del individuo y no de una institución”, dice Scafidi.

 

Esto ha creado mayor tensión en las áreas más ambiguas de la vestimenta de oficina, especialmente cuando las fronteras entre el hogar y el trabajo se van desdibujando. “Hay quienes piensan que el empleado representa a una compañía y por eso la vestimanta no es una expresión personal sino una expresión de la compañía”, dice Scafidi. El contra-argumento dice que como nos identficamenos tanto con nuestra carrera, deberíamos poder ser nosotros mismos en el trabajo”.

 

Eso ha llevado a todo tipo de complicaciones. Lo que para una persona es adecuado puede no serlo para otra y palabras como “profesional” cuando se usan para describir exigencias del vestido pueden ser muy vagas y carentes de significado.

 

El vicepresidente del The New York Times dijo: “Tenemos personas que trabajan con el público y otras que trabajan internamente. Pedimos a los empleados que se vistan adecuadamente para las interacciones planificadas durante el día”. Pero eso puede tener imterpretaciones muy amplias: una persona puede aparecer con saco cruzado hasta con berbudas, con zapatillas y hasta zapatos con plataforma.

 

Y todo esto deja confusión. Según McClendon, los uniformes aparecieron por una razón. Cumplen la necesidad de identificar un lugar con el mundo. Al menos cuando son fáciles de leer.

 

De todos modos, la conclusión que hay que sacar de todo eto es que en lo que se refiere al guardarropa para ir a trabajar es mejor sentarse a pensar un poquito, porque estos temas se van a poner cada vez más complicados.

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