Polonia acosa al eurobanquero Balcerowicz y se aleja de la UE

En 1989, Leszek Balcerowicz llegó al ministerio de Hacienda e impuso reformas radicales. Ahora, la prensa oficialista, especialmente la católica, lo acusa de “traición a la patria”. Esto puede iniciar el distanciamiento polaco de Bruselas.

17 marzo, 2006

En realidad, lo que Varsovia busca es hacerlo renunciar como presidente del Banco Nacional (central), cargo que ocupa desde 2000. El frente armado en su contra por el presidente Lech Kaczynski incluye casi toda la gama del populismo conservador, inclusive los católicos.

“Resulta cruelmente irónico que viejos seguidores de Lech Walesa, parlamentarios y católicos anticomunistas aboguen hoy por la vuelta al sistema económico imperante hasta 1989. Es como si el muro de Berlín no se hubiese derribado”. Eso reflexionaba nadie menos de Gerhard Schröder, ex canciller socialdemócrata alemán. Su sucesora, Angela Merkel, coincide.

Hasta que los hermanos Kaczynski ganaron las últimas elecciones, Polonía era quizás el miembro de la Unión Europea ampliada más favorable a la integración, el proyecto constitucional y la adopción del euro. Ahora, el nuevo gobierno se vuelca al este. Inclusive, apoya a Byelarús (Rusia blanca), una ficción política inventada por Moscú. Pero también aboga por la entrada de Ucrania –cuyas relaciones con Rusia no son las mejores- y la “vuelta de Polonia al cristianismo”.

Contradictorio como todo populismo, el de los Kaczynski denuncia –no sin razones- los negativos efectos de la UE en el plano social, línea en cierto modo promovida por Karol Wojtyla desde el Vaticano. Sucede que, como en los países del ex bloque soviético y Rusia misma, se extiende las nostalgia por el régimen pseudocomunista y sus políticas sociales. El desencanto de los ex alemanes orientales es un ejemplo típico, pues ayudó a que Merkel –conservadora pro mercado, nacida en la ex RDA- se impusiera por escasa diferencia a Schröder.

Pero Polonia muestra una diferencia clave: su raigambre católica (antijudaísmo inclusive, como en Lituania). En lo tocante al súbito brote prorruso, medios checos, fineses y suecos creen que, entre los objetivos geopolíticos de Varsovia, figura la “recuperaciòn” de media Prusia oriental, manos moscovitas tras disolverse la URSS. Es una meta algo ilusoria, pues Kaliningrad (antes Königsberg) es base de la flota rusa en el Báltico.

Este cóctel ayuda a explicar por qué, en pocos meses, Polonia ha pasado de un firme europeísmo a lo contrario. Si, en verdad, el gobierno logra sacar a Balcerowicz del medio, quedará abierto el camino a la “renacionalización” de dos bancos privados en manos del grupo UniCredi, cuya fusión fue “congelada” por el primer ministro Kazimierz Marcinkiewicz. Al cierre de esta semana, Bruselas tomaba cartas en el litigio, a cuyo efecto ya abrió dos sumarios contra Polonia. Algunos observadores empiezan a temer que Varsovia denuncie acuerdos firmados y se aleje de la Unión Europea.

En realidad, lo que Varsovia busca es hacerlo renunciar como presidente del Banco Nacional (central), cargo que ocupa desde 2000. El frente armado en su contra por el presidente Lech Kaczynski incluye casi toda la gama del populismo conservador, inclusive los católicos.

“Resulta cruelmente irónico que viejos seguidores de Lech Walesa, parlamentarios y católicos anticomunistas aboguen hoy por la vuelta al sistema económico imperante hasta 1989. Es como si el muro de Berlín no se hubiese derribado”. Eso reflexionaba nadie menos de Gerhard Schröder, ex canciller socialdemócrata alemán. Su sucesora, Angela Merkel, coincide.

Hasta que los hermanos Kaczynski ganaron las últimas elecciones, Polonía era quizás el miembro de la Unión Europea ampliada más favorable a la integración, el proyecto constitucional y la adopción del euro. Ahora, el nuevo gobierno se vuelca al este. Inclusive, apoya a Byelarús (Rusia blanca), una ficción política inventada por Moscú. Pero también aboga por la entrada de Ucrania –cuyas relaciones con Rusia no son las mejores- y la “vuelta de Polonia al cristianismo”.

Contradictorio como todo populismo, el de los Kaczynski denuncia –no sin razones- los negativos efectos de la UE en el plano social, línea en cierto modo promovida por Karol Wojtyla desde el Vaticano. Sucede que, como en los países del ex bloque soviético y Rusia misma, se extiende las nostalgia por el régimen pseudocomunista y sus políticas sociales. El desencanto de los ex alemanes orientales es un ejemplo típico, pues ayudó a que Merkel –conservadora pro mercado, nacida en la ex RDA- se impusiera por escasa diferencia a Schröder.

Pero Polonia muestra una diferencia clave: su raigambre católica (antijudaísmo inclusive, como en Lituania). En lo tocante al súbito brote prorruso, medios checos, fineses y suecos creen que, entre los objetivos geopolíticos de Varsovia, figura la “recuperaciòn” de media Prusia oriental, manos moscovitas tras disolverse la URSS. Es una meta algo ilusoria, pues Kaliningrad (antes Königsberg) es base de la flota rusa en el Báltico.

Este cóctel ayuda a explicar por qué, en pocos meses, Polonia ha pasado de un firme europeísmo a lo contrario. Si, en verdad, el gobierno logra sacar a Balcerowicz del medio, quedará abierto el camino a la “renacionalización” de dos bancos privados en manos del grupo UniCredi, cuya fusión fue “congelada” por el primer ministro Kazimierz Marcinkiewicz. Al cierre de esta semana, Bruselas tomaba cartas en el litigio, a cuyo efecto ya abrió dos sumarios contra Polonia. Algunos observadores empiezan a temer que Varsovia denuncie acuerdos firmados y se aleje de la Unión Europea.

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