Putin acorrala a las ONG y renacionaliza la Fiat rusa

Una Dumá incondicional aprobó la virtual marginación de organizaciones no gubernanentales extranjeras en Rusia. Entretanto, Moscú renacionalizaba la fábrica Avtovaz, o sea Fiat, en la ex Toglyattigrad.

23 diciembre, 2005

Las restricciones introducidas por la flamante ley sobre ONG pueden poner en riesgo una serie de obras, inclusive las relativas a la protección de la infancia. Pero Vladyímir Putin, que –como su contracara George W.Bush- tiene sus obsesiones, asocia al sector con la derrota de sus aliados en Ucrania, Georgia (Moscú intentaba reanexar ambas) y la “sedición perpetua” en Chechenia y otras regiones “autónomas” musulmanas en el Cáucaso.

Quizá menos rígidas que en el texto original, las reformas igualmente les limitan en alto grado facultades y libertad de acción a las ONG no rusas: vale decir, a las más relevantes. No obstante, las restricciones imperantes en China son todavía mucho más agudas y equivalen casi a una veda total En este plano, el nuevo régimen ruso se parece a los de Saudiarabia e Irán.

Una diferencia con esos tres países es, sin embargo, clave: Rusia tenía hasta ahora una normativa mucho más tolerante y flexible, cosa que nunca ha ocurrido en los ejemplos citados. Pero, por encima de matices, las reformas constituyen otro avance del “tsar” sobre la endeble democracia moscovita. Esto perturba a la Unión Europea. No obstante, ni Estados Unidos ni Japón ni Latinoamérica parecen preocuparse por la “resovietización”.

La otra novedad hace al modelo económico que va tomando cuerpo en Rusia (y no sólo ahí), obviamente distante de lasa recetas que ofrecen los mercados financieros. Hoy, la restatizaciòn alcanza a un emblema de la flexibilidad “pro capitalista” de Józif Stalin, nadie menos: la fábrica de vehículos Avtovaz, con licencias y asistencia técnica de Fiat.

Esto tiene una historia. A fines de los años 20, Stalin cerraba la “nueva polìtica económica” que Lenin y Trotsky habían lanzado en 1919, con la idea de alentar la iniciativa privada. Hidrocarburos, minería, transportes, energía, metales críticos e industrias enteras pasaron o volvieron a control estatal (los tsares eran parecidos en eso a Stalin y, ahora, a Putin.

Liquidado el monje georgiano, sus sucesores fueron retomando cierta flexibilidad. En 1969, bajo Nikita Jrushchov, apareció Fiat-Avtovaz, cuyos productos pudsieron sobre ruedas a la Unión Soviética en los años 70 y después. Paralelamente, otras empresas automotrices instalaban o se hacían cargo de plantas en los satélites europeos de Moscú más industrializados. El primer modelo vendido masivamente fue el Fiat 124, rebautizado Dyiguli.

La decisión adoptada en vísperas de navidad (ahora la ex URSS usa el calendario gregoriano, al cual se aferra el vetusto patriarcado de Moscú) equivale a formalizar una situación de hecho. En efecto, Avtovaz ya estaba bajo el control del holding Rosoboronexport, al mando de Syerghiéi Chemyezov, antiguo delegado del KGB en la entonces Alemania oriental. Toda una garantía de “management” burocrático.

Las restricciones introducidas por la flamante ley sobre ONG pueden poner en riesgo una serie de obras, inclusive las relativas a la protección de la infancia. Pero Vladyímir Putin, que –como su contracara George W.Bush- tiene sus obsesiones, asocia al sector con la derrota de sus aliados en Ucrania, Georgia (Moscú intentaba reanexar ambas) y la “sedición perpetua” en Chechenia y otras regiones “autónomas” musulmanas en el Cáucaso.

Quizá menos rígidas que en el texto original, las reformas igualmente les limitan en alto grado facultades y libertad de acción a las ONG no rusas: vale decir, a las más relevantes. No obstante, las restricciones imperantes en China son todavía mucho más agudas y equivalen casi a una veda total En este plano, el nuevo régimen ruso se parece a los de Saudiarabia e Irán.

Una diferencia con esos tres países es, sin embargo, clave: Rusia tenía hasta ahora una normativa mucho más tolerante y flexible, cosa que nunca ha ocurrido en los ejemplos citados. Pero, por encima de matices, las reformas constituyen otro avance del “tsar” sobre la endeble democracia moscovita. Esto perturba a la Unión Europea. No obstante, ni Estados Unidos ni Japón ni Latinoamérica parecen preocuparse por la “resovietización”.

La otra novedad hace al modelo económico que va tomando cuerpo en Rusia (y no sólo ahí), obviamente distante de lasa recetas que ofrecen los mercados financieros. Hoy, la restatizaciòn alcanza a un emblema de la flexibilidad “pro capitalista” de Józif Stalin, nadie menos: la fábrica de vehículos Avtovaz, con licencias y asistencia técnica de Fiat.

Esto tiene una historia. A fines de los años 20, Stalin cerraba la “nueva polìtica económica” que Lenin y Trotsky habían lanzado en 1919, con la idea de alentar la iniciativa privada. Hidrocarburos, minería, transportes, energía, metales críticos e industrias enteras pasaron o volvieron a control estatal (los tsares eran parecidos en eso a Stalin y, ahora, a Putin.

Liquidado el monje georgiano, sus sucesores fueron retomando cierta flexibilidad. En 1969, bajo Nikita Jrushchov, apareció Fiat-Avtovaz, cuyos productos pudsieron sobre ruedas a la Unión Soviética en los años 70 y después. Paralelamente, otras empresas automotrices instalaban o se hacían cargo de plantas en los satélites europeos de Moscú más industrializados. El primer modelo vendido masivamente fue el Fiat 124, rebautizado Dyiguli.

La decisión adoptada en vísperas de navidad (ahora la ex URSS usa el calendario gregoriano, al cual se aferra el vetusto patriarcado de Moscú) equivale a formalizar una situación de hecho. En efecto, Avtovaz ya estaba bajo el control del holding Rosoboronexport, al mando de Syerghiéi Chemyezov, antiguo delegado del KGB en la entonces Alemania oriental. Toda una garantía de “management” burocrático.

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