Calificaciones: la avalancha de rebajas dista de haber terminado

El maremoto de degradaciones seguirá castigando el mercado financiero y sus grandes actores. Inclusive en lo psicológico: hasta no hace mucho, nombres como Citigroup, Merrill Lynch o Union des Banques Suisses eran intocables. Pero, hoy...

19 noviembre, 2007

Arrinconadas por realidades que soslayaron durante largo tiempo, calificadoras como Moody’s Investors Service, Standard & Poor o Fitch Ratings continúan sopesando miles de millones en malas hipotecas, compras apalancadas sin sostén o paquetes de títulos incolocables. Hasta septiembre, por cierto, se les reprochaba a las tres haber subestimado groseramente una amplia gama de riesgos.

Desde hace algunas semanas, hacen lo contrario. El deterioro del mercado inmobiliario (no sólo en Estados Unidos) y la crisis de liquidez crediticia les fuerzan la mano. Al 15 de noviembre, el trío había degradado más de US$ 75.000 millones en bonos ligados a hipotecas de mala calidad. Además, veían con desasosiego las perspectivas de varios segmentos interrelacionados. Desde bancas de inversión y firmas de valores hasta aseguradoras de títulos.

Aunque desprestigiadas, las calificadoras retienen influencia. Demasiados fondos jubilatorios y otros inversores institucionales tratan de retener en carteras sólo deuda privada recomendable. Cada vez que las agencias pasan a chatarra nuevas emisiones, tiembla la demanda de papeles, en particular empaquetados. Lo irónico es que, entretanto, Moody’s, S&P y Fitch han perdido fiabilidad. Esto sigue sucediendo especialmente en segmentos tan especulativos como vehículos de inversión estructurada (VIE), obligaciones de deuda colateralizada (ODC) y derivados.

Arrinconadas por realidades que soslayaron durante largo tiempo, calificadoras como Moody’s Investors Service, Standard & Poor o Fitch Ratings continúan sopesando miles de millones en malas hipotecas, compras apalancadas sin sostén o paquetes de títulos incolocables. Hasta septiembre, por cierto, se les reprochaba a las tres haber subestimado groseramente una amplia gama de riesgos.

Desde hace algunas semanas, hacen lo contrario. El deterioro del mercado inmobiliario (no sólo en Estados Unidos) y la crisis de liquidez crediticia les fuerzan la mano. Al 15 de noviembre, el trío había degradado más de US$ 75.000 millones en bonos ligados a hipotecas de mala calidad. Además, veían con desasosiego las perspectivas de varios segmentos interrelacionados. Desde bancas de inversión y firmas de valores hasta aseguradoras de títulos.

Aunque desprestigiadas, las calificadoras retienen influencia. Demasiados fondos jubilatorios y otros inversores institucionales tratan de retener en carteras sólo deuda privada recomendable. Cada vez que las agencias pasan a chatarra nuevas emisiones, tiembla la demanda de papeles, en particular empaquetados. Lo irónico es que, entretanto, Moody’s, S&P y Fitch han perdido fiabilidad. Esto sigue sucediendo especialmente en segmentos tan especulativos como vehículos de inversión estructurada (VIE), obligaciones de deuda colateralizada (ODC) y derivados.

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