Cuestionamiento a las calificadoras de riesgo

Durante años, Sean J. Egan ha tratado de quebrar un cartel de facto formado por Moody’s Investors Service, Standard & Poor´s y Fitch Ratings, tres calificadoras con facultades casi gubernamentales y enorme influencia global.

20 junio, 2002

Egan maneja una agencia mucho más chica, en Filadelfia, pero sostiene
que sus evaluaciones han sido tan correctas como las de los gigantes, cuando
no más.

En realidad, Egan le bajó nota a Enron semanas antes que las tres grandes.
Pero hasta hace poco, era sistemáticamente ignorada por la Securities
and Exchange Commission
(comisión de bolsas y valores). Ahora, tras
casos como Enron, Global Crossing y la cadena de falencias en
telecomunicaciones y fibra óptica, la SEC parece mejor dispuesta hacia
Egan. En buena parte, porque las calificadoras -que evalúan billones
de dólares en bonos y otras emisiones- han sido convocadas por el Congreso
para explicar por qué no advirtieron a tiempo tantas crisis.

Pero, de pronto, le surgió un aliado tan poderoso como imprevisto: alarmado
por Enron y otras crisis, el Departamento Federal de Justicia abrirá
un sumario sobre el papel de auditores y calificadoras. El gobierno quiere saber
hasta qué punto los analistas de riesgo tienden a engañar o desorientar
a accionistas, inversores y público en general. "Sancionar a quienes
rompen las reglas diseminando o manejando datos de compañías cotizantes
en bolsa será uno de los principales objetivos en los próximos
años", indicó un vocero de la repartición. "En
este sentido, se trabajará con la SEC".

Casi al mismo tiempo, en efecto, la SEC ha iniciado una investigación
general sobre las calificadoras y las normas que han circunscripto su pingüe
negocio a un oligopolio de tres. El asunto tiene un costado político:
esas firmas también evalúan deudas soberanas con mentalidad banquera
e influyen en el propio FMI. Entre los temas a analizar figuran las trabas económicas
para entrar en tan selecto círculo y las presumibles incompatibilidades
entre la actividad calificadora y la consultoría financiera (a veces,
incluye cabildeo), negocio adicional de las tres grandes. En este plano, se
parecen a Arthur Andersen y otros estudios que mezclan auditoría,
consultoría y gestoría de negocios.
La SEC deberá resolver entre reformar el régimen de las agencias
o directamente eliminarlo. Cualquiera de ambas opciones representaría,
para los emprendedores de menor tamaño, crecer en una actividad hoy limitada
a un universo de pocos clientes corporativos.

Una larga historia

La historia arranca en enero de 1971, cuando Estados Unidos suspende la convertibilidad
del dólar en oro. Esto les quita poder regulador a los grandes bancos
centrales y genera, desde 1973, la globalización especulativa, el eurodólar,
los petrodólares y, por fin, una ola de créditos a deudores soberanos
potencialmente insolventes. En EE.UU., eran tiempos de quiebras tan espectaculares
para los cánones de la época como la de Penn Central.

In 1975, la SEC creó las "organizaciones calificadoras reconocidas
en escala nacional" (NRSRO, en inglés). Su objeto: impedir que se
"vendiesen" notas AAA al mejor postor. Pero el efecto ha sido un oligopolio
muy rentable en favor de Moody´s, S&P y Fitch, que
les evita pagar por errores, omisiones, etc.
Ninguna de ellas –Moody´s y S.& P. son las mayores- explica
en detalle sus cánones para calificar. Por ejemplo, cuando las empresas
no contestan todo un cuestionario, se ignora qué preguntas quedan fuera
ni cuáles han permitido sacar conclusiones. Las agencias tampoco están
obligadas a divulgar informaciones y compartir datos con otros analistas del
mercado.

En rigor, gozan de algunos privilegios reconocidos a medios, periodistas y
editores en la primera enmienda constitucional. Por tanto, en casi todas las
demandas radicadas por evaluaciones erróneas o sesgadas, las agencias
invocan la libertad de opinión para salir indemnes.

Sólo Moody´s cotiza en bolsa y tiene 38% de participación
en el mercado. Pero sus balances dan indicios sobre un negocio donde S&P
domina 41% y Fitch casi todo el 21% remanente. Sin costosas inversiones
en equipos y con deudas mínimas, los márgenes de utilidad promedian
50% en Moody´s. No sorprende que sus acciones coticen muy bien ni que
un especulador profesional como Warren Buffett controle 15% del paquete. Más
diversificada, S&P gana menos, pero su 30% sigue siendo envidiable.

Semejantes rentas explican que muchos expertos se pregunten por qué
no prestan servicios más fiables. Desde la crisis financiera de Nueva
York (mediados de los 70) hasta Enron o Global Crossing, pasando
por la quiebra del municipio de Orange (California) o los colapsos de Méjico
(1982, 1994) y el sudeste asiático (1997), las agencias han sido por
demás negligentes.

En septiembre de 2001, por ejemplo, la crisis de Enron salía
en los diarios y la acción perdía ya 80%. Pero las tres agencias
le mantuvieron puntaje alto y varios legisladores sostienen que lo hacían
a pedido de los bancos acreedores, para no verse perjudicados por un cese de
pagos. Pero igual todo se vino abajo. "Lo de Enron fue el peor desempeño
posible. Las calificadoras debieron plantearle las cosas a la firma varios meses
antes. Ni siquiera hicieron -afirma Frank Partnoy, experto en riesgo crediticio,
universidad de San Diego- lo que cualquier inversor responsable: leer los periódicos
y actuar en consecuencia".

"En Enron, nos adelantamos claramente a Moody´s y S&P.
La degradamos -recuerda Egan, epónimo de su propia firma- un mes antes
que ellas. La SEC debe tener esto bien en cuenta". Hasta el momento, la
comisión no ha dicho cuándo iniciará sus investigaciones
ni adónde llegarán. Una posibilidad es que otros tengan acceso
a la patente NRSRO. Otra, que ésta se suprima y se deje al mercado decidir
qué agencias contratar o qué evaluaciones aceptar. Este punto
puede ponerse interesante en casos de deudas soberanas, bancos acreedores y
entidades multilaterales.

Egan maneja una agencia mucho más chica, en Filadelfia, pero sostiene
que sus evaluaciones han sido tan correctas como las de los gigantes, cuando
no más.

En realidad, Egan le bajó nota a Enron semanas antes que las tres grandes.
Pero hasta hace poco, era sistemáticamente ignorada por la Securities
and Exchange Commission
(comisión de bolsas y valores). Ahora, tras
casos como Enron, Global Crossing y la cadena de falencias en
telecomunicaciones y fibra óptica, la SEC parece mejor dispuesta hacia
Egan. En buena parte, porque las calificadoras -que evalúan billones
de dólares en bonos y otras emisiones- han sido convocadas por el Congreso
para explicar por qué no advirtieron a tiempo tantas crisis.

Pero, de pronto, le surgió un aliado tan poderoso como imprevisto: alarmado
por Enron y otras crisis, el Departamento Federal de Justicia abrirá
un sumario sobre el papel de auditores y calificadoras. El gobierno quiere saber
hasta qué punto los analistas de riesgo tienden a engañar o desorientar
a accionistas, inversores y público en general. "Sancionar a quienes
rompen las reglas diseminando o manejando datos de compañías cotizantes
en bolsa será uno de los principales objetivos en los próximos
años", indicó un vocero de la repartición. "En
este sentido, se trabajará con la SEC".

Casi al mismo tiempo, en efecto, la SEC ha iniciado una investigación
general sobre las calificadoras y las normas que han circunscripto su pingüe
negocio a un oligopolio de tres. El asunto tiene un costado político:
esas firmas también evalúan deudas soberanas con mentalidad banquera
e influyen en el propio FMI. Entre los temas a analizar figuran las trabas económicas
para entrar en tan selecto círculo y las presumibles incompatibilidades
entre la actividad calificadora y la consultoría financiera (a veces,
incluye cabildeo), negocio adicional de las tres grandes. En este plano, se
parecen a Arthur Andersen y otros estudios que mezclan auditoría,
consultoría y gestoría de negocios.
La SEC deberá resolver entre reformar el régimen de las agencias
o directamente eliminarlo. Cualquiera de ambas opciones representaría,
para los emprendedores de menor tamaño, crecer en una actividad hoy limitada
a un universo de pocos clientes corporativos.

Una larga historia

La historia arranca en enero de 1971, cuando Estados Unidos suspende la convertibilidad
del dólar en oro. Esto les quita poder regulador a los grandes bancos
centrales y genera, desde 1973, la globalización especulativa, el eurodólar,
los petrodólares y, por fin, una ola de créditos a deudores soberanos
potencialmente insolventes. En EE.UU., eran tiempos de quiebras tan espectaculares
para los cánones de la época como la de Penn Central.

In 1975, la SEC creó las "organizaciones calificadoras reconocidas
en escala nacional" (NRSRO, en inglés). Su objeto: impedir que se
"vendiesen" notas AAA al mejor postor. Pero el efecto ha sido un oligopolio
muy rentable en favor de Moody´s, S&P y Fitch, que
les evita pagar por errores, omisiones, etc.
Ninguna de ellas –Moody´s y S.& P. son las mayores- explica
en detalle sus cánones para calificar. Por ejemplo, cuando las empresas
no contestan todo un cuestionario, se ignora qué preguntas quedan fuera
ni cuáles han permitido sacar conclusiones. Las agencias tampoco están
obligadas a divulgar informaciones y compartir datos con otros analistas del
mercado.

En rigor, gozan de algunos privilegios reconocidos a medios, periodistas y
editores en la primera enmienda constitucional. Por tanto, en casi todas las
demandas radicadas por evaluaciones erróneas o sesgadas, las agencias
invocan la libertad de opinión para salir indemnes.

Sólo Moody´s cotiza en bolsa y tiene 38% de participación
en el mercado. Pero sus balances dan indicios sobre un negocio donde S&P
domina 41% y Fitch casi todo el 21% remanente. Sin costosas inversiones
en equipos y con deudas mínimas, los márgenes de utilidad promedian
50% en Moody´s. No sorprende que sus acciones coticen muy bien ni que
un especulador profesional como Warren Buffett controle 15% del paquete. Más
diversificada, S&P gana menos, pero su 30% sigue siendo envidiable.

Semejantes rentas explican que muchos expertos se pregunten por qué
no prestan servicios más fiables. Desde la crisis financiera de Nueva
York (mediados de los 70) hasta Enron o Global Crossing, pasando
por la quiebra del municipio de Orange (California) o los colapsos de Méjico
(1982, 1994) y el sudeste asiático (1997), las agencias han sido por
demás negligentes.

En septiembre de 2001, por ejemplo, la crisis de Enron salía
en los diarios y la acción perdía ya 80%. Pero las tres agencias
le mantuvieron puntaje alto y varios legisladores sostienen que lo hacían
a pedido de los bancos acreedores, para no verse perjudicados por un cese de
pagos. Pero igual todo se vino abajo. "Lo de Enron fue el peor desempeño
posible. Las calificadoras debieron plantearle las cosas a la firma varios meses
antes. Ni siquiera hicieron -afirma Frank Partnoy, experto en riesgo crediticio,
universidad de San Diego- lo que cualquier inversor responsable: leer los periódicos
y actuar en consecuencia".

"En Enron, nos adelantamos claramente a Moody´s y S&P.
La degradamos -recuerda Egan, epónimo de su propia firma- un mes antes
que ellas. La SEC debe tener esto bien en cuenta". Hasta el momento, la
comisión no ha dicho cuándo iniciará sus investigaciones
ni adónde llegarán. Una posibilidad es que otros tengan acceso
a la patente NRSRO. Otra, que ésta se suprima y se deje al mercado decidir
qué agencias contratar o qué evaluaciones aceptar. Este punto
puede ponerse interesante en casos de deudas soberanas, bancos acreedores y
entidades multilaterales.

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