Dietas para obesidad infantil:¿la solución o el problema?

La moda de las dietas ya no se limita a adultos. La industria norteamericana de alimentos o bebidas y los servicios de comidas viven hoy obsedidos por los chicos obesos. Pero ¿tienen estrategias apropiadas y convincentes?

3 septiembre, 2004

Frito-Lay ofrece Doritos con menor contenido de grasas transaturadas para comedores escolares. Oscar Meyer añade puré de manzanas y otras opciones sanas a su línea Luncheables para llevar a clase. Kraft propone un Kool-Aid sin azúcar vía locales especializados Diabetic Cooking y Diabetes Forecast.

Entre las cadenas de comidas, Wendy’s agrega gajos de naranja a los menúes infantiles y Denny’s prefiere destacar en sus “combos” frutas, verduras y legumbres. No ya papas fritas. Por su parte, Coca-Cola contribuye desde este mes a financiar programas de salud alimentaria.

“La idea es educar a los chicos y motivarlos para ir modificando hábitos dietarios”, señala Brock Leach, de PepsiCo (dueña de Frito-Lay). Esto en un sector que, durante generaciones, ha fabricado productos repletos de azúcares, lípidos, grasas y similares, promovidos hasta la saturación por un marketing y una publicidad constantes, ubicuos e inescapables. “Eso no va a cambiar porque, si lo hace, surgirán espacios listos para que los ocupe la competencia”, apunta el médico Walter Willet, jefe de nutrición en la facultad de Salud Pública, Harvard.

A juicio de ese y otros críticos, las empresas diversifican ofertas alimentarias “sólo para eludir o mitigar eventuales acciones judiciales. Sin duda, no desean ser responsabilizadas por ese 15% de niños y jóvenes estadounidenses más gordos de lo que debieran”. Esa cifra dobla la de hace 25 años, razón por la cual “hordas de abogados revisan el marketing sectorial como nunca antes”, observa Marion Nestlé, colega de Willet en la universidad de Nueva York.

Ejecutivos involucrados en negocios de alimentación, bebidas y comidas se apresuran a buscar chivos emisarios. A saber, juegos de video, sobredosis de televisión e Internet como inductores de sedentarización y falta de ejercicio físico entre niños y adolescentes.

Otra línea de argumentación, tan equívoca como peligrosa –sostienen dietistas y pedíatras-, consiste en echarles el fardo a quienes descuidan (por negligencia u otras razones) vigilar qué comen sus hijos. “Los padres fueron creados para cumplir esa función”, afirma muy suelto de cuerpo Daniel Jaffe (Association of National Advertisers). “Los chicos no se meten en un auto, van al supermercado y compran comida”, agrega.

“No. Pero sí piden determinados alimentos, bebidas y golosinas influidos por la publicidad o la moda”, opone Nestlé. “Es demasiado fácil convertir a los jóvenes en adictos a cualquier cosa. Desde juegos violentos hasta dispositivos manuales múltiples”, coincide Willet.

El negocio busca bisagras entre ambas generaciones. Los restaurantes Subway muestran avisos de 30 segundos, orientados a adultos, exaltando el éxito de tres niños reales en perder peso. La campaña de US$ 20 millones no menciona la marca. No obstante, hubo algunos problemas. Al principio, los avisos especificaban kilos perdidos por cada chico, pero la American Heart Association –consultora de la campaña- sugirió que el mensaje destacase el bienestar de los muchachos.

Mientras tanto, dos redes televisivas se negaban a difundir las propagandas, porque se centraban en una línea dietética, Jared Foods, asociada a pérdidas extremas de peso. Por ende, no parecía sensato promoverla entre chicos. Fue preciso agregar aclaraciones en los textos de cada aviso.

Innovative Candy Concepts optó por una solución radical y substituyó íntegra la línea Too Tarts por Too Tarts Smart Choice. Los nuevos productos contienen sólo jugo de frutas como endulzante y tienen hasta 60% menos calorías. Además, la firma dona 5% de utilidades netas a la American Diabetes Association.

Para no quedar atrás, PepsiCo hizo algunos cambios. No le va mal: 55% del aumento de ventas en EE.UU-Canadá –la primera mitad del año- proviene de productos que la firma define como “saludables”. Para el caso, Quacker Oats, Aquafina (lo son), Gatorade y Frito-Lay de menores calorías (no lo son tanto). Fiel al marketing, la compañía ha iniciado el programa Smart Spot, donde los rubros más sanos llevan un logo verde.

Pese a ello, PepsiCo y sus colegas deben cambiar más en serio, considerando el papel de sus gaseosas y productos salados en la obesidad infantil. Así, varias embotelladoras de la marca siguen bonificando –y generosamente- la venta de bebidas en residencias universitarias. Sobre todo en instituciones escasas de fondos.

Para compensar ese factor negativo, la empresa ha lanzado o proyecta treinta productos con menos calorías para ofrecer en centros de enseñanza. Verbigracia, SoBe Energy (50% de jugo de frutas) o leche saborizada Chillers. Frito-Lay ha reformulado productos para eliminar casi del todo las grasas transaturadas, que generan problemas coronarios.

A pesar de todo ello, los críticos temen que sean cortinas de humo. “Su deber primario es producir y promover alimentos tan sanos como sea posible”, puntualiza Willet. “Aun con esas novedades en plaza, les resulta difícil a las empresas resistir los atractivos del statu quo”. Así, invocando “presiones del público”, días atrás una cadena de comidas rápidas repuso en el menú hamburguesas con queso graso que había erradicado tiempo antes.

Frito-Lay ofrece Doritos con menor contenido de grasas transaturadas para comedores escolares. Oscar Meyer añade puré de manzanas y otras opciones sanas a su línea Luncheables para llevar a clase. Kraft propone un Kool-Aid sin azúcar vía locales especializados Diabetic Cooking y Diabetes Forecast.

Entre las cadenas de comidas, Wendy’s agrega gajos de naranja a los menúes infantiles y Denny’s prefiere destacar en sus “combos” frutas, verduras y legumbres. No ya papas fritas. Por su parte, Coca-Cola contribuye desde este mes a financiar programas de salud alimentaria.

“La idea es educar a los chicos y motivarlos para ir modificando hábitos dietarios”, señala Brock Leach, de PepsiCo (dueña de Frito-Lay). Esto en un sector que, durante generaciones, ha fabricado productos repletos de azúcares, lípidos, grasas y similares, promovidos hasta la saturación por un marketing y una publicidad constantes, ubicuos e inescapables. “Eso no va a cambiar porque, si lo hace, surgirán espacios listos para que los ocupe la competencia”, apunta el médico Walter Willet, jefe de nutrición en la facultad de Salud Pública, Harvard.

A juicio de ese y otros críticos, las empresas diversifican ofertas alimentarias “sólo para eludir o mitigar eventuales acciones judiciales. Sin duda, no desean ser responsabilizadas por ese 15% de niños y jóvenes estadounidenses más gordos de lo que debieran”. Esa cifra dobla la de hace 25 años, razón por la cual “hordas de abogados revisan el marketing sectorial como nunca antes”, observa Marion Nestlé, colega de Willet en la universidad de Nueva York.

Ejecutivos involucrados en negocios de alimentación, bebidas y comidas se apresuran a buscar chivos emisarios. A saber, juegos de video, sobredosis de televisión e Internet como inductores de sedentarización y falta de ejercicio físico entre niños y adolescentes.

Otra línea de argumentación, tan equívoca como peligrosa –sostienen dietistas y pedíatras-, consiste en echarles el fardo a quienes descuidan (por negligencia u otras razones) vigilar qué comen sus hijos. “Los padres fueron creados para cumplir esa función”, afirma muy suelto de cuerpo Daniel Jaffe (Association of National Advertisers). “Los chicos no se meten en un auto, van al supermercado y compran comida”, agrega.

“No. Pero sí piden determinados alimentos, bebidas y golosinas influidos por la publicidad o la moda”, opone Nestlé. “Es demasiado fácil convertir a los jóvenes en adictos a cualquier cosa. Desde juegos violentos hasta dispositivos manuales múltiples”, coincide Willet.

El negocio busca bisagras entre ambas generaciones. Los restaurantes Subway muestran avisos de 30 segundos, orientados a adultos, exaltando el éxito de tres niños reales en perder peso. La campaña de US$ 20 millones no menciona la marca. No obstante, hubo algunos problemas. Al principio, los avisos especificaban kilos perdidos por cada chico, pero la American Heart Association –consultora de la campaña- sugirió que el mensaje destacase el bienestar de los muchachos.

Mientras tanto, dos redes televisivas se negaban a difundir las propagandas, porque se centraban en una línea dietética, Jared Foods, asociada a pérdidas extremas de peso. Por ende, no parecía sensato promoverla entre chicos. Fue preciso agregar aclaraciones en los textos de cada aviso.

Innovative Candy Concepts optó por una solución radical y substituyó íntegra la línea Too Tarts por Too Tarts Smart Choice. Los nuevos productos contienen sólo jugo de frutas como endulzante y tienen hasta 60% menos calorías. Además, la firma dona 5% de utilidades netas a la American Diabetes Association.

Para no quedar atrás, PepsiCo hizo algunos cambios. No le va mal: 55% del aumento de ventas en EE.UU-Canadá –la primera mitad del año- proviene de productos que la firma define como “saludables”. Para el caso, Quacker Oats, Aquafina (lo son), Gatorade y Frito-Lay de menores calorías (no lo son tanto). Fiel al marketing, la compañía ha iniciado el programa Smart Spot, donde los rubros más sanos llevan un logo verde.

Pese a ello, PepsiCo y sus colegas deben cambiar más en serio, considerando el papel de sus gaseosas y productos salados en la obesidad infantil. Así, varias embotelladoras de la marca siguen bonificando –y generosamente- la venta de bebidas en residencias universitarias. Sobre todo en instituciones escasas de fondos.

Para compensar ese factor negativo, la empresa ha lanzado o proyecta treinta productos con menos calorías para ofrecer en centros de enseñanza. Verbigracia, SoBe Energy (50% de jugo de frutas) o leche saborizada Chillers. Frito-Lay ha reformulado productos para eliminar casi del todo las grasas transaturadas, que generan problemas coronarios.

A pesar de todo ello, los críticos temen que sean cortinas de humo. “Su deber primario es producir y promover alimentos tan sanos como sea posible”, puntualiza Willet. “Aun con esas novedades en plaza, les resulta difícil a las empresas resistir los atractivos del statu quo”. Así, invocando “presiones del público”, días atrás una cadena de comidas rápidas repuso en el menú hamburguesas con queso graso que había erradicado tiempo antes.

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