Edad áurea en compras apalancadas: ¿qué puede frenarla?

Resulta aún imposible pronosticar el fin de la burbuja que armaron los fondos de capital cerrado, o sea el auge de compras apalancadas iniciado hace menos de dos años. Pero Wall Street ya cree saber qué podría desinflarla.

7 junio, 2007

“Se acerca la hora en que, cuando recordemos, veamos que hicimos estupideces”, vaticinaban días atrás Robert Kindler (Morgan Stanley) y un alto ejecutivo de Bank of America. Mientras tanto, los mercados supone que la enorme liquidez existente durará mucho tiempo y la atribuyen a avances tecnológicos que mejoraron la arquitectura especulativa. Quienes todavían creen en las “expectativas racionales” de Robert Lucas habla de “una red mundial de inversores superinformados y especializados, capaces de mover miles de millones al instante”, proclama Dennis Drebsky (estudio Nixon Peabody).

No obstante, surgen indicios preocupantes. La obsesión, desde fines de 2005, era adquirir cuantas sociedades sea posible para, después, emitir sobre ellas deuda, reducir sus costos, achicarlas y revenderlas al mejor postor. Parece un dislate y, tal vez, acabe siéndolo.

Por de pronto, desde abril varios grandes fondos del negocio empiezan a trasuntar enfoques divergentes. Hace pocas semanas, a la sazón, Henry Kravis (confundador de Kohlberg Kravis Roberts, KKR) seguía aferrado a la idea dorada. Mientras tanto, Timothy Collins (Ripplewood Holdings) admitía: “vivimos una burbuja que puede terminar mal”. David Rubenstein (Carlyle Group, nada menos) comparte los temores de Collins. A su juicio, “debemos preparar a la gente para afrontar el fracaso de ciertas compras apalancadas. La codicia impulsa a decisiones imprudentes”.

Algunos expertos sospechan que la compra de Chrysler Group (80,1%) por Cerberus Capital Management puede ser el punto de inflexión, pues el futuro del activo es poco claro. Si crece, la cautela de algunos protagonistas puede afectar dos burbujas bursátiles dependientes, las de Wall Street y Londres. Sucede que una idea común a ambas es que el capital cerrado seguirán comprando tanto malos activos -simplemente porque son baratos- y buena compañìas, porque son oportunidades. Pero éstas pueden agotarse. El contexto recesivo de la economía norteamericana tampoco ayuda.

En cinco meses de 2007, las compras apalancadas acumularon más de US$ 281.000 millones. La cifra representa 35% de fusiones y adquisiciones, 16% más que en todo 2006. Pero, como Carlyle –no figura entre los diez acuerdos mayores en Estados Unidos-, algunos fondos se alejan de la burbuja. Otro gigante, Blackstone Group, sólo participó en uno de ellos. A la inversa, KKR ha hecho US$ 120.000 millones en compras apalancadas, sin contar TXU (32.000 millones) y Alltel (27.000 millones), en alianza con Goldman Sachs Capital.

Texas Pacific Group –ahora “disfrazado” de TPG- muestra asimismo signos de cautela. En mayo, verbigracia, hizo una movida al revés: vendió una importante masa de acciones que poseía en ON Semiconductor y MEMC Electronic Materials. Las había adquirido en 1999 y 2001. “Ha llegado el momento de vender, no ya de comprar”, señalaba un informe de KPS Capital Partners, otro fondo cerrado.

“Hace un par de años, enfriábamos los motore. En 2006, volvíamos a calentarlos. Hoy –admite David Bonderman confundador de TPG- cualquier operación puede salir mal y es preciso andar con pies de plomo”. En el fondo, el riesgo es que los adelantos técnicos que mencionaba Drebsky estén en realidad alimentando una burbuja sin sostén más allá del corto plazo.

Ahí surgen dos hipótesis. Una prevé algún suceso tan traumático e imprevisible como la crisis en Asia sudoriental y otras economías (1997/8) Eso secaría los flujos de dinero fácil. La segunda teoría alude a una “muerte por asfixia”, cuyo detonante no sea externo sino endógeno. En otras palabras, como ocurre ya con la crisis de hipotecas usurarias, prestamistas y prestatarios se ahogan lentamente en su propia burbuja.

“Se acerca la hora en que, cuando recordemos, veamos que hicimos estupideces”, vaticinaban días atrás Robert Kindler (Morgan Stanley) y un alto ejecutivo de Bank of America. Mientras tanto, los mercados supone que la enorme liquidez existente durará mucho tiempo y la atribuyen a avances tecnológicos que mejoraron la arquitectura especulativa. Quienes todavían creen en las “expectativas racionales” de Robert Lucas habla de “una red mundial de inversores superinformados y especializados, capaces de mover miles de millones al instante”, proclama Dennis Drebsky (estudio Nixon Peabody).

No obstante, surgen indicios preocupantes. La obsesión, desde fines de 2005, era adquirir cuantas sociedades sea posible para, después, emitir sobre ellas deuda, reducir sus costos, achicarlas y revenderlas al mejor postor. Parece un dislate y, tal vez, acabe siéndolo.

Por de pronto, desde abril varios grandes fondos del negocio empiezan a trasuntar enfoques divergentes. Hace pocas semanas, a la sazón, Henry Kravis (confundador de Kohlberg Kravis Roberts, KKR) seguía aferrado a la idea dorada. Mientras tanto, Timothy Collins (Ripplewood Holdings) admitía: “vivimos una burbuja que puede terminar mal”. David Rubenstein (Carlyle Group, nada menos) comparte los temores de Collins. A su juicio, “debemos preparar a la gente para afrontar el fracaso de ciertas compras apalancadas. La codicia impulsa a decisiones imprudentes”.

Algunos expertos sospechan que la compra de Chrysler Group (80,1%) por Cerberus Capital Management puede ser el punto de inflexión, pues el futuro del activo es poco claro. Si crece, la cautela de algunos protagonistas puede afectar dos burbujas bursátiles dependientes, las de Wall Street y Londres. Sucede que una idea común a ambas es que el capital cerrado seguirán comprando tanto malos activos -simplemente porque son baratos- y buena compañìas, porque son oportunidades. Pero éstas pueden agotarse. El contexto recesivo de la economía norteamericana tampoco ayuda.

En cinco meses de 2007, las compras apalancadas acumularon más de US$ 281.000 millones. La cifra representa 35% de fusiones y adquisiciones, 16% más que en todo 2006. Pero, como Carlyle –no figura entre los diez acuerdos mayores en Estados Unidos-, algunos fondos se alejan de la burbuja. Otro gigante, Blackstone Group, sólo participó en uno de ellos. A la inversa, KKR ha hecho US$ 120.000 millones en compras apalancadas, sin contar TXU (32.000 millones) y Alltel (27.000 millones), en alianza con Goldman Sachs Capital.

Texas Pacific Group –ahora “disfrazado” de TPG- muestra asimismo signos de cautela. En mayo, verbigracia, hizo una movida al revés: vendió una importante masa de acciones que poseía en ON Semiconductor y MEMC Electronic Materials. Las había adquirido en 1999 y 2001. “Ha llegado el momento de vender, no ya de comprar”, señalaba un informe de KPS Capital Partners, otro fondo cerrado.

“Hace un par de años, enfriábamos los motore. En 2006, volvíamos a calentarlos. Hoy –admite David Bonderman confundador de TPG- cualquier operación puede salir mal y es preciso andar con pies de plomo”. En el fondo, el riesgo es que los adelantos técnicos que mencionaba Drebsky estén en realidad alimentando una burbuja sin sostén más allá del corto plazo.

Ahí surgen dos hipótesis. Una prevé algún suceso tan traumático e imprevisible como la crisis en Asia sudoriental y otras economías (1997/8) Eso secaría los flujos de dinero fácil. La segunda teoría alude a una “muerte por asfixia”, cuyo detonante no sea externo sino endógeno. En otras palabras, como ocurre ya con la crisis de hipotecas usurarias, prestamistas y prestatarios se ahogan lentamente en su propia burbuja.

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