Hidrocarburos 2007: la competencia puede desatar otra ola de fusiones

El petróleo, presumen expertos de Wharton y WSJ market data, encara una ola de fusiones y adquisiciones. Ahora, también involucra a firmas estatales, según muestran las noruegas Statoil y Norsk Hydro, un casamiento de US$ 30.000 millones.

27 diciembre, 2006

En realidad, ambas son compañías de derecho privado, pero el gobierno de Oslo tiene participaciones relevantes. El objetivo es obvio: crear una enorme empresas nacional de hidrocarburos capaz, entre otras cosas, de enfrentarse en el mercado ruso (donde ya operan) con el megagigante Gazprom.

La lógica de esta movida y las futuras es sencilla y presupone que los conglomerados más grandes podrán competir mejor por ya escasos y atiborrados yacimientos conocidos. Igual principio ha promovido F&A (mal llamadas “consolidaciones”) en el sector privado y, sobre todo, compañías cotizantes en bolsa. Sin duda, hay cada día más competencia y más dificultades para acceder a reservas de crudos o gas natural en todo el mundo.

La lista de compradores potenciales empieza con ConocoPhillips (capitalización bursátil, US$ 121.500 millones), que debe buscar opciones por si Moscú la obliga a vender su 20% en Lukoil. Como presumible objeto de compra va primera Devon Energy. Es pequeña, US$ 31.000 millones, y tiene una cartera de gas natural en Tejas, Oklahoma y golfo de Méjico.

Sigue EnCana (Energy Canada), con US$38.500 millones de capitalización, gas natural y arenas asfálticas en el oeste de ese país. Luego aparece Suncor, otra canadiense, con US$ 36.500 millones de valor bursátil y, también, arenas asfálticas. Detrás, XTO Energy (US$ 18.000 millones) acumula activos gasíferos poco convencionales y es importante perforadora en EE.UU. A la cola, con US$ 14.000 millones de capitalización, figura Hess, con activos en el golfo de Méjico y parte de una refinería en las Vírgenes. Si bien casi todas estas firmas incluyen “energy” en el nombre, su cometido hace a combustibles, no a su conversión en energía.

Si el sector pasa por una racha de F&A, la consecuencia podría ser menos gastos en exploración y perspectivas desalentadoras para accionistas e inversores acostumbrados a las desmedidas utilidades petroleras. Por ende, se repetiría el contexto prevalente a fines de los años 90, cuando una ola de F&A gestó uniones como las de Exxon y Mobil, Chevron y Texaco o Conoco y Phillips. Los presupuestos de capital de los conglomerados resultantes perdieron ritmo mientras las empresas se integraban. Eso y la reticencia de los ejecutivos a afrontar riesgos (o el enojo de los accionistas) crearon un retraso en exploraciones y explican el agotamiento de reservas cubicadas. Salvo en países donde el estado promovía cateos.

Otras factores coadyuvan para que 2007 sea potencialmente movido para las bancas de inversión. Wall Street, Londres y Amsterdam presionan ya a las compañías petroleras para que mantengan el histórico ritmo en crecimiento anual de utilidades –y dividendos- por acción. Una cosa tal vez utópica porque, entre otros factores, exige volver a la altas cotas de precios imperantes entre mediados de 2004 y de 2006.

Pero esos valores han bajado desde entonces, aunque sin mantener los mínimos posteriores al 14 de julio (US$ 55,90 el barril, hace cinco semanas en Nueva York). Analistas independientes estiman que, si bien hoy los niveles no bajan de US$ 62, pueden volver a menos de US$ 58 en el semestre entrante. A lo más, quizá se estabilicen alrededor de US$ 58/60.

Sin duda, las ganancias obtenidas en una larga serie de balances trimestrales no derivan de mayor producción (efecto estructural), sino del ascenso de precios (efecto coyuntural). Una nueva ola de F&A sería, como hace diez años, una respuesta coyuntural a un estímulo de ese tipo (bajar costos si no suben los precios) y a uno estructural (producir más). “En estos tiempos, lo único que atinan a hacer estas compañías n fusionarse para gastar menos y no castigar a los accionistas. Pero esto tiene límites”, afirma un informe de la consultoría Pickering Energy Partners (Washington), obtenidos por KnowledgeWharton.

A criterio de ese análisis y otros, las grandes empresas volverán a las F&A, encabezadas por ExxonMobil, Royal Dutch/Shell, ChevronTexaco y ConocoPhillips. La tercera de ellas tiene US$ 160.000 millones en valor bursátil y, con sus dos hermanas mayores (Exxon, Shell) y la menor, disponen de liquidez de sobra para salir de compras. Su endeudamiento es bajo y recientes recompras de acciones les permiten usar papales para F&A. En síntesis, un buen momento para el management, aunque no para Wall Street o Londres.

En una primera instancia, la atención se centrará en la América anglosajona, pues los gobiernos del área Asia-Pacífico –más prudentes- posiblemente no admitan que sus empresas sean copadas desde el exterior. Por ejemplo, la tailandesa PTT está en la mira de varios, pero Bangkok se opondría a cualquier clase de F&A. Algunas petroleras europeas, por el contrario, son más potables, pero los norteamericanos las creen demasiado caras. Aparte, pueden competir en la carrera F&A, como ocurre con el italiano ENI en Kadzajstán.

El dùo EE.UU.-Canadá, al revés, ofrece atractivos por su estabilidad polìtica, su régimen tributario “barato” –mientras duren rebajas y subsidios concedidas por George W.Bush- y el poder de un “lobby” que tiene al frente al vicepresidente Richard Cheney. “Por supuesto, la segunda condición no cuenta en Canadá, pero las otras sí. Los lamentos de los conglomerados resuenan, por el contrario, en varios lugares del globo”, apunta el WSJ en la web.

Existe empero un inconveniente en la región. Agotados los enormes yacimientos de California, Tejas, Luisiana o Alaska y dejando de lado el golfo de Méjico, la mayoría de reservas conocidas son demasiado chicas. Amén de existencias submarinas, las excepciones son las arenas asfálticas (Alberta, medio oeste canadiense) y campos gasíferos no convencionales en Tejas.

En realidad, ambas son compañías de derecho privado, pero el gobierno de Oslo tiene participaciones relevantes. El objetivo es obvio: crear una enorme empresas nacional de hidrocarburos capaz, entre otras cosas, de enfrentarse en el mercado ruso (donde ya operan) con el megagigante Gazprom.

La lógica de esta movida y las futuras es sencilla y presupone que los conglomerados más grandes podrán competir mejor por ya escasos y atiborrados yacimientos conocidos. Igual principio ha promovido F&A (mal llamadas “consolidaciones”) en el sector privado y, sobre todo, compañías cotizantes en bolsa. Sin duda, hay cada día más competencia y más dificultades para acceder a reservas de crudos o gas natural en todo el mundo.

La lista de compradores potenciales empieza con ConocoPhillips (capitalización bursátil, US$ 121.500 millones), que debe buscar opciones por si Moscú la obliga a vender su 20% en Lukoil. Como presumible objeto de compra va primera Devon Energy. Es pequeña, US$ 31.000 millones, y tiene una cartera de gas natural en Tejas, Oklahoma y golfo de Méjico.

Sigue EnCana (Energy Canada), con US$38.500 millones de capitalización, gas natural y arenas asfálticas en el oeste de ese país. Luego aparece Suncor, otra canadiense, con US$ 36.500 millones de valor bursátil y, también, arenas asfálticas. Detrás, XTO Energy (US$ 18.000 millones) acumula activos gasíferos poco convencionales y es importante perforadora en EE.UU. A la cola, con US$ 14.000 millones de capitalización, figura Hess, con activos en el golfo de Méjico y parte de una refinería en las Vírgenes. Si bien casi todas estas firmas incluyen “energy” en el nombre, su cometido hace a combustibles, no a su conversión en energía.

Si el sector pasa por una racha de F&A, la consecuencia podría ser menos gastos en exploración y perspectivas desalentadoras para accionistas e inversores acostumbrados a las desmedidas utilidades petroleras. Por ende, se repetiría el contexto prevalente a fines de los años 90, cuando una ola de F&A gestó uniones como las de Exxon y Mobil, Chevron y Texaco o Conoco y Phillips. Los presupuestos de capital de los conglomerados resultantes perdieron ritmo mientras las empresas se integraban. Eso y la reticencia de los ejecutivos a afrontar riesgos (o el enojo de los accionistas) crearon un retraso en exploraciones y explican el agotamiento de reservas cubicadas. Salvo en países donde el estado promovía cateos.

Otras factores coadyuvan para que 2007 sea potencialmente movido para las bancas de inversión. Wall Street, Londres y Amsterdam presionan ya a las compañías petroleras para que mantengan el histórico ritmo en crecimiento anual de utilidades –y dividendos- por acción. Una cosa tal vez utópica porque, entre otros factores, exige volver a la altas cotas de precios imperantes entre mediados de 2004 y de 2006.

Pero esos valores han bajado desde entonces, aunque sin mantener los mínimos posteriores al 14 de julio (US$ 55,90 el barril, hace cinco semanas en Nueva York). Analistas independientes estiman que, si bien hoy los niveles no bajan de US$ 62, pueden volver a menos de US$ 58 en el semestre entrante. A lo más, quizá se estabilicen alrededor de US$ 58/60.

Sin duda, las ganancias obtenidas en una larga serie de balances trimestrales no derivan de mayor producción (efecto estructural), sino del ascenso de precios (efecto coyuntural). Una nueva ola de F&A sería, como hace diez años, una respuesta coyuntural a un estímulo de ese tipo (bajar costos si no suben los precios) y a uno estructural (producir más). “En estos tiempos, lo único que atinan a hacer estas compañías n fusionarse para gastar menos y no castigar a los accionistas. Pero esto tiene límites”, afirma un informe de la consultoría Pickering Energy Partners (Washington), obtenidos por KnowledgeWharton.

A criterio de ese análisis y otros, las grandes empresas volverán a las F&A, encabezadas por ExxonMobil, Royal Dutch/Shell, ChevronTexaco y ConocoPhillips. La tercera de ellas tiene US$ 160.000 millones en valor bursátil y, con sus dos hermanas mayores (Exxon, Shell) y la menor, disponen de liquidez de sobra para salir de compras. Su endeudamiento es bajo y recientes recompras de acciones les permiten usar papales para F&A. En síntesis, un buen momento para el management, aunque no para Wall Street o Londres.

En una primera instancia, la atención se centrará en la América anglosajona, pues los gobiernos del área Asia-Pacífico –más prudentes- posiblemente no admitan que sus empresas sean copadas desde el exterior. Por ejemplo, la tailandesa PTT está en la mira de varios, pero Bangkok se opondría a cualquier clase de F&A. Algunas petroleras europeas, por el contrario, son más potables, pero los norteamericanos las creen demasiado caras. Aparte, pueden competir en la carrera F&A, como ocurre con el italiano ENI en Kadzajstán.

El dùo EE.UU.-Canadá, al revés, ofrece atractivos por su estabilidad polìtica, su régimen tributario “barato” –mientras duren rebajas y subsidios concedidas por George W.Bush- y el poder de un “lobby” que tiene al frente al vicepresidente Richard Cheney. “Por supuesto, la segunda condición no cuenta en Canadá, pero las otras sí. Los lamentos de los conglomerados resuenan, por el contrario, en varios lugares del globo”, apunta el WSJ en la web.

Existe empero un inconveniente en la región. Agotados los enormes yacimientos de California, Tejas, Luisiana o Alaska y dejando de lado el golfo de Méjico, la mayoría de reservas conocidas son demasiado chicas. Amén de existencias submarinas, las excepciones son las arenas asfálticas (Alberta, medio oeste canadiense) y campos gasíferos no convencionales en Tejas.

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