Incertidumbre con las materias primas

Cuidado con perderse con los que deberían ser los objetivos de desarrollo de la región.

4 febrero, 2019

 A principios de 2018, el ambiente económico en América latina daba razones para ser optimista. Con el barril de petróleo cotizándose por encima de los US$ 70, en el caso del Brent, los analistas difícilmente podían apostar en contra de un crecimiento saludable para la región.

El optimismo de hace un año, sin embargo, cargaba dos suposiciones. Una era que el precio del barril de petróleo se iba a mantener al alza, o en el peor de los casos se mantendría estable. Esto no pasó, el barril de Brent cerró el año 19,5% por debajo de su valor en enero.

Otra suposición –según recuerda el reciente informe de Latinamerican Post- fue que Latinoamérica se beneficiaría de los altos precios del petróleo, y de las materias primas en general.

Aunque esta suposición puede terminar siendo cierta – pues naturalmente la renta de países exportadores netos de materia prima aumenta a medida que lo hacen los precios de estos bienes en el mercado internacional-, sostener firmemente esta creencia implica perderse de los que deberían ser los objetivos de desarrollo de la región.

Si el nivel de optimismo acerca del futuro de nuestra economía depende de los precios de las materias primas, estamos depositando nuestra confianza en manos equivocadas. Los commodities son bienes quisquillosos, responden a estímulos impredecibles que en última instancia suelen estar fuera del control de los productores latinoamericanos. No debe ser secreto para nadie que elaborar planes de desarrollo con base en el desempeño de los bienes primarios no es decisión sabia.

 

Aventajarse de tiempos difíciles

 

Si bien es necesario entender que la actualidad de las economías de América latina depende de cómo se comercialicen las materias primas en el exterior, también es necesario insistir en que su futuro debe encontrar otra fuerza que las impulse.

Por eso debemos acercarnos con cautela al análisis que se haga de las proyecciones de crecimiento de la región para este año.

Sí, no son excelentes. De hecho, son apenas aceptables. La CEPAL pronosticó un crecimiento de 1,8% para la región de América latina y el Caribe durante el 2019, el FMI recortó su pronóstico a 2% y el Banco Mundial lo dejó en 1,7%.

Aunque supera cómodamente el 1% de crecimiento estimado durante el 2018, el crecimiento pronosticado para el 2019 está apenas por encima del promedio mundial y hace poco para reducir el déficit de ingresos que sostiene Latinoamérica frente a las economías desarrolladas.

Teniendo en cuenta que esto es apenas un pronóstico, queda en duda cuál será el verdadero desempeño de la región. Es verdad que puede superarse el pronóstico, pero lo que proyecta ser un año difícil para las materias primas, pronto se podría volver a convertir en un año perdido en cuanto al crecimiento de la regiónLa sola existencia de esta duda debe bastar para acercarse a estos tiempos turbulentos en una nueva dirección.

 

Hay que reducir la dependencia de las materias primas. Si se hilaran varios años así seguramente la región terminaría por hacerlo, aunque a las malas y con un alto costo social. Lo inteligente sería no dejar que se llegue a eso, aprovechar una situación económica adversa para argumentar el cambio hacia un portafolio de exportaciones más estable y con un mayor margen de ingresos.

La necesidad de blindar la economía

Ahora bien, la solución puede no encontrarse en aprovechar el tiempo para adelantar una agenda proteccionista como en los tiempos de la industrialización por sustitución de importaciones. La economía global está demasiado interconectada como para poder sacar ventaja del aislacionismo.

Pero con la guerra comercial entre China y Estados Unidos dificultando el flujo internacional de bienes, con Asia mermando su crecimiento y con el destino económico de Europa aún en la balanza a causa de un Brexit incompleto, los socios comerciales con los que ya cuenta Latinoamérica, de igual manera, complican la participación de la región en los mercados internacionales.

No es el momento para retomar el proteccionismo que alguna vez impulsó la industria regional, pero tampoco es el momento de continuar con la apertura que nos dio voz dentro del comercio internacional. Es momento de blindar la economía ante la incertidumbre que producen las materias primas y que contagian la economía de América latina. Es momento de balancear estos dos extremos, este momento es una bendición disfrazada de la crisis de los commodities.

 

 

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